Existe una montaña de evidencia científica que vincula las relaciones humanas de gran calidad con una buena salud. Y, de hecho, una mala salud que se relaciona con la incapacidad de poder generar vínculos saludables entre pares.
Sin relaciones de alta calidad, podemos llegar desvincularnos de los ritmos sociales básicos que sustentan la salud y el bienestar.
Las relaciones humanas son como reguladores. Los seres humanos dependemos de otras personas para regular las funciones psicológicas, e incluso biológicas básicas. A menudo no es hasta que las relaciones se han perdido o ausentado que observamos esta potente fuerza reguladora.
De hecho, algunas personas pueden ser propensas a mostrar respuestas exageradas de estrés – definidas por la liberación de cortisol, que es la hormona del estrés por excelencia – cuando sus parejas viajan por negocios. En este caso, las respuestas psicológicas a la separación co-ocurren con respuestas de estrés biológico que tienen relevancia para la salud.
La pregunta del millón se encuentra en la comprensión de cómo funciona este proceso de regulación social.
Nuestras primeras experiencias en las relaciones pueden jugar un papel fundamental en la forma en que respondemos al estrés durante el resto de nuestras vidas, y parece que nuestros genes se preparan para expresarse de manera importante sobre la base de las primeras experiencias sociales.
El funcionamiento humano – nuestras emociones, nuestra salud, nuestro desempeño en el trabajo – está profundamente arraigado en un contexto social y, si podemos empezar a ver nuestras relaciones como reguladores, podemos empezar a pensar en cómo mejorar nuestro bienestar a través de relaciones sólidas.