La ventaja de este tradicional embutido con siglos de antigüedad en las cocinas, es que tiene casi la mitad de calorías que el jamón curado una vez retirada la grasa. Y también tres veces menos sodio, lo cual protege la tensión arterial y reduce las posibilidades de retener líquidos.
Bajas cifras de colesterol
Una ración de jamón cocido (lo que cabe en un bocadillo), por ejemplo, contiene unos 25 mg. de colesterol, la doceava parte del la cantidad máxima recomendada diaria. Es una cifra significativamente más baja que la de la mortadela o el salami.
Si se quiere recudir la absorción del colesterol y compensar el aporte de sodio, puede combinarse con alimentos ricos en fibra y potasio, como son la lechuga, el pepino, el tomate, etc…
Menos calorías y más proteínas
Apenas contiene grasas e hidratos, por lo que aporta tres veces menos calorías que el paté o el chorizo. Por otra parte, supera el contenido en proteínas de buena parte de los demás embutidos cocidos, por lo que tiene mayor poder saciante.
Vitaminas y minerales
La carne de cerdo es rica en vitaminas del grupo B. Este grupo de nutrientes contribuye a relajar los nervios y a prevenir los altibajos energéticos.
También es rico en magnesio, mineral que mejora la tolerancia al estrés, combate el cansancio muscular y previene los calambres. Tal efecto puede potenciarse si se acompaña de pan integral enriquecido con alguna clase de semilla.
Como recomendación, el jamón cocido sería una buena opción para acompañar el desayuno por dos motivos, aporta proteinas y ayuda a bajar el índice glucémico de dicho desayuno.
