juanluvenegas

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jueves, 6 de febrero de 2014

ALIMENTOS FUNCIONALES...¿FUNCIONAN?


Los alimentos funcionales emergieron con un propósito muy loable, eliminar nutrientes no deseados e incorporar otros deficitarios en nuestra dieta.

La idea era muy interesante y provenía de los llamados alimentos mejorados o fortificados, muy útiles para añadir vitaminas o minerales. De esta manera se reemplazaban algunos nutrientes perdidos durante el procesado y posterior almacenamiento.

Las empresas de lácteos modificaron su oferta añadiendo, inicialmente, leche sin grasa (en distintos porcentajes), para posteriormente, cambiarlas por otro tipo de grasas vegetales, fibra y otros productos de fuerte tirón comercial como esteroles, probióticos, etc Cada una de estas ofertas se sustentaba en un criterio saludable que se solía apoyar en algún estudio realizado en una universidad o centro de investigación.

De esta forma, el mercado se llenó de productos como leches con fibra, galletas con omega3, margarinas con esteroles, huevos con omega3, yogurt con bifidus y decenas de alimentos modificados.

Todo transcurrió de forma adecuada en sus comienzos, pero poco a poco se ha pervertido hasta llegar al extremo de encontrar decenas de alimentos en las estanterías de los supermercados con múltiples reclamos alegando el beneficio de una leche sobre otra, de un yogur sobre el vecino etc etc. La situación es sumamente chocante, ya que el consumidor carece del juicio crítico necesario para comprender los términos en los que se le habla, y no piensen que es un tema de cultura general, es mucho más complejo.

Otro factor añadido y que aún no se ha estudiado adecuadamente es el hecho de que, en el momento que se añade un nutriente o un producto no nutriente pero con efectos biológicos positivos, en un medio que no es el suyo normal, no sabemos su nivel de absorción ni de interacción con el resto, de hecho, al 100% son pocos los nutrientes que se absorben.

Y si faltaba algo por oscurecer el tema, la industria ha entrado en la competencia de los precios adquiriendo el compuesto más barato en el mercado para añadir el nutriente, por ejemplo, se prescinde de lípidos estructurados (de mayor absorción) y se recurre a ésteres etílicos mucho más baratos (en los ácidos grasos omega3).

Como conclusión, les dejo mi criterio personal: Tras un período de esperanza y alto consumo de estos productos, he pasado al escepticismo total, así que para mí es mejor pagar el menor precio de los alimentos sin modificar, que gartarme el dinero en productos carísimos que prometen beneficios no demostrados.