- Historia personal: si tienes un pasado de carencias alimenticias o de sobreexigencias para comer, es decir, de constante insistencia por parte de los adultos que te rodeaban, te empujen a comer siempre que veas comida.
- Preocupación por la alimentación: con frecuencia los comedores emocionales se obsesionan con la comida, con su presencia y su inclusión en la vida diaria, por lo tanto, si estás pensando todo el tiempo en qué comer, qué comerás y demás, tienes más probabilidades de comer por emociones.
- Historia de adicciones: si antes eras un fuerte fumador o eras adicto a otras sustancias, hoy puedes haber reemplazado la fuente de placer que la adicción significaba por la comida y tener frecuentes episodios de alimentación emocional
- Autocrítica: ser autocrítico y demasiado exigente con uno mismo, así como tener pensamientos negativos hacia nosotros puede activar la alimentación emocional
- Influencias sociales: el tener presiones externas, convivir con situaciones estresantes, o padecer de temor por las miradas ajenas puede llevar a una situación de angustia y/o ansiedad que nos empuja a comer.
La alimentación emocional es un flagelo difícil de erradicar por completo, sin embargo, poco a poco podemos identificar las causas de nuestros deseos de comer y minimizar las ocasiones en que comemos sin hambre real. Así, poder discernir por qué comemos es de gran ayuda si buscas moderar el consumo de alimentos.