- Grasa subcutánea: son los conocidos “michelines”. Es la grasa que se va a acumular debajo de nuestra piel y la que normalmente perdemos con más facilidad cuando hacemos ejercicio. Según la genética y nuestra hormonas, la grasa se puede acumular más en unas zonas que en otras. En los hombres por ejemplo tenderemos a almacenar más en la barriga y torso, mientras que en las mujeres esta grasa subcutánea es más proclive a centrarse en caderas y muslos.
- Grasa visceral: esta grasa ya está más interiorizada en nuestro organismo. Se localiza alrededor de los órganos, algo que va a suponer un peligro si está en exceso. Normalmente un exceso de grasa visceral va precedido de un exceso de grasa subcutánea, de ahí la importancia en nuestra salud de evitar desarrollar una barriga prominente.
- Grasa intramuscular: es muy poca la grasa que se va a depositar entre las fibras musculares. Normalmente no se suele hablar de esta localización de grasa porque su cantidad es muy inferior en comparación con las otras dos. Es en personas obesas donde se empieza a apreciar un mayor almacén de grasa en músculo, algo que por otro lado puede contribuir a hacernos resistentes a la insulina, causa de diabetes.
Si nuestros niveles de grasa son considerados dentro de la normalidad, habrá un equilibrio en la distribución de grasa. En el momento en que los niveles de grasa aumentan, serán nuestra genética y estado hormonal los que decidan dónde almacenar esa grasa. La testosterona del hombre suele hacer que se almacene en barriga y torso y los estrógenos de la mujer en caderas y muslos, de ahí la famosa forma de manzana y pera en hombre y mujer respectivamente. El problema es que al sobrecargar los almacenes de grasa, se entorpecen muchos procesos metabólicos, comenzando a aumentar el riesgo de sufrir diabetes, dislipemias o hipertensión. No hay nada como el ejercicio y la buena alimentación para mantener nuestro reparto graso a raya.