Las personas estamos hechas genéticamente para responder positivamente hacia ciertas recompensas que son de tipo natural. Históricamente nosotros como humanos nos hemos regido por la ley de la supervivencia, tanto la de uno mismo en particular como la de la especie en general. De manera que se han originado unos circuitos de recompensas naturales que están orientadas a esta ley de la supervivencia.
El circuito neurológico que tenemos instalado en nuestro cerebro de humanos, produce endorfinas
(conocida también como la hormona de la felicidad precisamente por el
placer que nos da su liberación) como premio tras las acciones que van a
favor del mantenimiento y evolución de la especie.
Estas recompensas se han establecido como: comer, beber, moverse y tener otros placeres ya que son vitales para la supervivencia de la especie humana.
Todos nos gusta comer, beber con sed también da placer, hacer actividad
física nos hace sentir bien e indudablemente los otros placers que se
comparten con otras personas. La naturaleza nos regaló el orgasmo para
asegurarnos que procrearíamos y así aseguraríamos la especie. Así
funcionan las recompensas naturales. Como individuo hacer acciones que
van a favor de la especie, recibes tu recompensa en forma de endorfinas y
en consecuencia de felicidad.
Si has podido empezar a imaginártelo, después de todo este planteamiento de recompensas naturales ¿qué sucede si no tenemos esta recompensa natural derivada de los otros placeres? Pues que buscamos el placer en otro tipo de recompensas que podemos llamarlas artificiales.
Estas recompensas artificiales son aquellas fuera de comer, beber, moverse y mantener relaciones interpersonales y por ejemplo podría ser el azúcar del chocolate que todos sabemos lo bueno que está y lo bien que nos hace sentir. Y claro, no será lo mismo que el tener relaciones pero parece que nos hace sentir bien de alguna manera. Por lo menos por un rato, porque como cualquier "droga" (así podemos calificar al azúcar) tiene un pico de subidón tras el cual viene el bajón. Todas las drogas o adicciones dan una gran subida de endorfinas incluso más que las de las recompensas naturales, pero el cuerpo se adapta rápidamente y cada vez se necesita más cantidad de consumo para obtener el mismo placer que al principio.
Bien, pues de ahí podemos entender la
frase de que el chocolate es un sustituto de otros placeres. El
chocolate funciona como una recompensa externa al no haber la recompensa
natural que serían las relaciones interpersonales. De ahí que cuando
estemos caprichosos porque no tenemos nuestra recompensa natural
queramos echarle el diente a algo dulce para que al menos nos dé algún
tipo de placer.
Pero recordad que no hay nada como
volver a lo natural y no estamos hechos para tener que recurrir a
recompensas artificiales. A la larga lo que mejor nos sienta es actuar
con los instintos de nuestro circuito de recompensas naturales.