Toda persona que realice entrenamiento
físico de alta intensidad, ya sea a nivel profesional o aficionado,
puede experimentar un ‘bajón’ inmunológico cuando somete a su cuerpo a
un gran estrés (volúmenes e intensidades superiores a los habituales de
forma prolongada). A veces ocurre cuando queremos ganar fuerza, volumen,
velocidad o cualquier otro aspecto demasiado deprisa, es lo que solemos
denominar sobreentrenamiento.
Sin embargo, superar
los propios límites es algo asociado muchas veces al propio
entrenamiento, por lo que se nos plantean preguntas: ¿Es perjudicial el
ejercicio intenso para mi sistema inmune? ¿Cómo es posible evitar los
bajones inmunológicos? Vamos a intentar resolver estas cuestiones.
Efectos del ejercicio
En primer lugar hay que considerar que el efecto
del ejercicio físico moderado sobre el sistema inmune es, a tenor de
las revisiones científicas, positivo: Un entrenamiento habitual
reduce el riesgo de sufrir infecciones en comparación con la población
sedentaria. Este es uno de los numerosos efectos beneficiosos del
ejercicio y se aparece a cualquier edad.
El problema aparece al sobrepasar cierto umbral de entrenamiento, a partir del cual el sistema
inmune se ve alterado debido. Esto ya fue estudiado hace más de una
década en la Universidad de Queensland, donde se plantearon valorar
los efectos del ejercicio en parámetros inmunes.
Los resultados
mostraron cómo el ejercicio de intenso perjudicaba las concentraciones
de varios tipos de nuestras células de defensa, así como de sustancias
químicas que modulan la respuesta inmune (citoquinas). Estas sustancias,
como se vio en más estudios, indican que tras ejercicios extenuantes
los deportistas tienen una respuesta inmune, tanto natural como
adaptativa, atenuada. Se concluyó que el ejercicio intenso generaba un ambiente desfavorable
para la respuesta inmune, ya que tanto el cortisol como la epinefrina
generadas inhiben la producción de las mencionadas citoquinas.
Por tanto, existe un sustrato biológico que sustenta estudios en
los que se vio como los atletas de competición (no profesionales)
presentaban una mayor incidencia de dolores de garganta, así como una
mayor duración de los resfriados. Este hecho está directamente
relacionado con un menor rendimiento deportivo
La mejor forma de evitar, por tanto, el deterioro inmunológico es
prevenir las situaciones mantenidas de grandes volúmenes e intensidades
de ejercicio, o el sobreentrenamiento. Para ello es vital una buena
planificación y periodización del entrenamiento, especialmente en
aquellos corredores o ciclistas de largas distancias que compitan
durante buena parte del año. Sin embargo, por la exigencia de este tipo
de disciplinas a menudo es imposible evitar las repercusiones negativas
sobre el sistema inmune, y es aquí donde se puede plantear el uso de
suplementos para intentar disminuir esas repercusiones.