En determinadas situaciones, la competición nos da la oportunidad de ser testigos de gestos que engrandecen al deportista que los protagoniza, que hacen que te sientas especial por compartir un deporte con ese tipo de personas.
Este fin de semana he sido participe secundario de uno de esos momentos que jamás se olvidan, uno de esos gestos que te ponen "la piel de gallina" cuando los recuerdas en frío, uno de esos gestos que te hacen entender por que el deporte es una forma de vida, una religión, una filosofía...
Faltaban 3 kilómetros para terminar la carrera y el mar estaba muy, pero que muy feo; el kayak de mar no es un deporte extremo, pero a veces puede serlo. Si le pierdes "la cara al toro" aunque sea un solo instante, te aseguro que te pilla, y eso concretamente me sucedió a mí, me olvidé de las condiciones adversas obsecado y ciego por adelantar a mi rival, y me fuí al agua. En una décima de segundo me ví en medio de la nada con olas de 2 metros; os aseguro que "acojona de verdad....". Entonces ocurrió....., un piragüista que en esos momentos lideraba su categoría se olvidó de su medalla, de su podium, de su victoria y cambió su rumbo para acercarse a mí y ayudarme a subirme a mi barco; con ese oleaje yo solo no lo hubiese conseguido.
Afortunadamente, este amigo, porque no puede llamarse de otra manera, AMIGO, a pesar del tiempo que perdió a mi lado pudo subirse al podium para colgarse la medalla de bronce. No os podeis ni imaginar "lo pequeños" que se veían el ganador y el segundo clasificado a su lado, subidos 2 escalones más arriba en ese podium.
Yo pude rehacerme y conseguir también el bronce en mi categoría, pero en esa carrera no gané una medalla, aprendí una lección, gané un amigo para siempre y y fuí testigo de la grandeza del deporte y de la nobleza de algunos deportistas.
ERES GRANDE COMPAÑERO, MUY GRANDE, NO LO OLVIDARÉ JAMÁS.......
